Rigel en Inglaterra

viernes, diciembre 25, 2009

Evolución y vegetarianismo

Llevo un tiempo pensando sobre cómo el hecho de la evolución debería hacernos reflexionar sobre algunas cuestiones fundamentales, tales como "¿somos los humanos cualitativamente diferentes de otros seres vivos? ¿tenemos 'alma'? ¿y los demás seres vivos?". Asumo que quien lee estas líneas está convencido/a de que los humanos, al igual que todos los demás seres vivos, somos producto de la evolución. Si tiene la menor duda, recomiendo leer The Blind Watchmaker, The Selfish Gene o cualquier otro libro sobre la materia.

¿Qué nos dice la evolución? Que partiendo de un organismo sumamente primitivo, que apenas se ajusta a lo que entenderíamos por "estar vivo", y debido a errores aleatorios en su replicación, sus descendientes eran a veces ligeramente diferentes a su progenitor. Estas ligeras diferencias, unidas a un proceso brutal de selección en la que los individuos mejor adaptados a su entorno tienen mejor probabilidad de sobrevivir y reproducirse, hace que estas ligeras diferencias se acumulen durante millones de años y den lugar a nuevas formas de vida, progresivamente más alejadas de sus ancestros. Todo esto ocurre mediante procesos puramente naturales, no dirigidos y sin una intención detrás.

Los puntos que quiero recalcar aquí son:

  • Que la evolución es un proceso de optimización local, sin objetivos a largo plazo y sin un punto final.

  • Que la evolución es un proceso gradual y continuo, donde grandes diferencias entre progenitores y progenie son extremadamente raras y, si suceden, casi garantizan que la progenie será inviable.



El primer punto nos dice claramente que los seres humanos no somos el pináculo de la evolución como nos indoctrinan en el colegio. Somos un estadio intermedio en un proceso sin fin. En un par de millones de años nuestros descendientes nos mirarán con la misma actitud de pena y desdén con la que nosotros miramos a Lucy y sus hermanos Australopithecus. Se preguntarán si teníamos un alma, si sentíamos emociones, si éramos conscientes de la muerte y formarán otras nuevas preguntas que nosotros, pobres Homo Sapiens, ni siquiera somos capaces de formular con nuestro limitado cerebro a medio cocinar.

El segundo punto desmantela cualquier noción que podamos tener de que los seres humanos seamos cualitativamente diferentes de otros seres vivos. El concepto mismo de lo que es un ser humano es una construcción puramente mental. Nunca hubo un día mágico en el que una mamá simia dio a luz a un bebé humano moderno. Fue un proceso puramente gradual, en el que generación tras generación y durante millones de años, algunos simios evolucionaron y muy lentamente adquirieron las características que hoy usamos para definir lo que es un Homo Sapiens.

Si los humanos tenemos un "alma", como sea que quieras definir el término, y esta "alma" es una cualidad exclusiva de los humanos, ¿cuándo fue exactamente en el proceso de evolución que la adquirimos? ¿Hubo una "Eva" sin alma que dio a luz a un bebé con alma? ¿Por qué entonces y no la generación anterior? ¿Todos los hijos de "Eva" tuvieron alma o sólo algunos? ¿Qué pasó cuando uno de los simios/humanos con alma concibió con otro simio/humano sin alma? Creo que queda claro que cualquier idea que separe cualitativamente al Homo Sapiens de otros animales es necesariamente un producto de nuestra imaginación sin reflejo en la realidad.

No sólo tratamos de distanciarnos de nuestros primos, los otros seres vivos, adjudicándonos la propiedad exclusiva de tener un alma. También nos decimos que criar y matar otros seres vivos para comernos su cuerpo es completamente aceptable, mientras que hacer lo mismo con otros seres humanos es una aberración inimaginable. Pero si la evolución es un proceso gradual y la definición de lo que es un ser humano es una creación arbitraria, un concepto puramente artificial, nos podemos preguntar exactamente en qué punto evolutivo comerse a este o aquel ser es moralmente aceptable. Este es nada más que un simio, ¡a la cazuela! Este otro... no, espera. Este ya si es humano y si te lo comes eres un salvaje. Absurdo.

¡Ojo! ¡evidentemente no estoy justificando la ley de la selva o el canibalismo! Sé un poco paciente y sigue leyendo.

Si preguntas a distinta gente qué es moralmente aceptable comer y qué no lo es, obtendrás respuestas bastante divergentes, sobre todo si preguntas a personas de culturas variadas. No le digas a un norteamericano que te gusta comer pulpo, ni le digas a un japonés que esas bolitas de pelo tan monas, los conejitos, están de rechupete al ajillo o en una paella. Los coreanos y chinos consideran la carne de perros y gatos como una delicatessen, y en Indonesia comer monos no es inusual. En el otro extremo tenemos a los vegetarianos, que evitan la carne y el pescado. Finalmente los veganos, que en su afán de no causar sufrimiento a otros seres evitan consumir cualquier producto de origen animal, incluyendo huevos, lácteos y miel.

Si has hablado con algún vegano puede que haya intentado convencerte de que dejes de comer carne. A mí a l menos me ha pasado. El argumento se suele basar en que los animales sienten dolor y por como producir dolor a propósito es inmoral, entonces comer otros animales es inmoral.

Pero el veganismo no es el límite lógico de la idea "no debes alimentarte de un ser vivo capaz de sentir dolor". De hecho, los veganos en la práctica tampoco siguen esa regla. Por ejemplo, protestan si les invitas a unas mollejas de persona en coma profundo (incapaz de sentir dolor alguno). ¡Qué ilógicos! Tampoco quieren probar unas gambitas, a pesar de que los artrópodos son aparentemente incapaces de sentir dolor al carecer de células receptoras del dolor (nociceptores).

Es más, está bien demostrado que muchas especies vegetales reaccionan ante estímulos dañinos de formas variadas, siempre tratando de reducir la amenaza. Entiendo perfectamente que las plantas carecen de un sistema nervioso central, pero no creo que este sea un requisito indispensable para sentir dolor. Un pequeño experimento mental ayudará a explicar lo que quiero decir: imaginemos que una forma de vida alienígena llega a la tierra, y descubrimos sin gran sorpresa que cuando la pinchamos con un palo se contrae y se aleja, y si nos acercamos de nuevo dispuestos a repetir, el alien se defiende escupiendo una baba verdosa. Creo que, a pesar de que su fisionomía pueda ser radicalmente distinta a la nuestra y de que, en consecuencia, puede que ni siquiera disponga de un sistema nervioso central, está claro que el alien siente algo similar a lo que nosotros llamamos "dolor".

Este experimento mental nos conduce a proponer una nueva definición, un poco más general y no restringida a una forma de vida particular, de lo que es el dolor: el dolor es una señal que se activa como consecuencia de un estímulo dañino y que induce una respuesta defensiva cuyo objetivo final es dar fin al estímulo que lo produjo.

Analicemos por partes esta definición. Comienza diciendo que el dolor es una señal, es decir, una pieza de información. No importa cómo se represente o procese esta información, lo único que importa es que cierta información se transmite. ¿Cuando se transmite? Lo hace como consecuencia de un estímulo dañino. Aquí podemos pensar que se trata de una definición circular; no lo es. Un estimo dañino es aquel que refleja que la vida o integridad del organismo está en peligro, que su funcionamiento puede llegar a su fin si el estímulo continúa. No sólo eso, el dolor induce una respuesta defensiva cuyo objetivo final es dar fin al estímulo [dañino] que [produjo el dolor]. Es decir, que la forma en la que los seres vivos reaccionan (si pueden) al dolor es mediante una respuesta de defensa propia.

¿Razonable, no?

Bajo esta definición, la respuesta del alien es suficiente para que lleguemos a la conclusión de que sufre dolor. Y si lo pensamos un poco, lo que hacen algunas plantas es exactamente análogo: algunas segregan moléculas que atraen a los depredadores de la oruga que las está atacando, otras producen alcaloides (substancias tóxicas) o productos volátiles para dar la voz de alarma a plantas próximas, lo que las conduce a prepararse ante el inminente ataque.

Por supuesto, esto no implica que estas plantas sean conscientes de sentir dolor. Sin embargo, también es cierto que no tenemos ningún método para detectar consciencia directamente, sin basarnos en el comportamiento externo, y por tanto deberíamos actuar con cautela. Dicho sea de paso, nuestra incapacidad de detectar si un ser vivo es consciente o no está está relacionada con el llamado problema difícil de la consciencia.

En conclusión, las fronteras de lo que es y no es aceptable comer son un tanto artificiales y ni los veganos se salvan de tener un criterio arbitrario. Yo seguiré de momento comiendo carne, tratando de que proceda de granjas donde se trate humanamente a los animales, y plenamente consciente de que mi criterio de lo que es moral comer es tan válida (o inválida) como cualquier otra.

¡Que disfrutes la cena de Navidad! :-)

Otro día hablaré sobre el libre albedrío.

2 Comments:

  • Wall of text crits you for over 9000.

    Interesante lectura en todo caso.

    Saludos y felices fiestas, extensibles a tu mitad culturalmente diversa.

    By Blogger Gabriel, at 10:20 p. m.  

  • "Cualquier idea que separe cualitativamente al Homo Sapiens de otros animales es necesariamente un producto de nuestra imaginación sin reflejo en la realidad." Es curioso, pero un pensamiento tremendamente semejante cruzaba mi mente hace un par de días en un funeral. En medio de un sermón evangelista (que me sorprendió gratamente por su positivismo, algo a lo que no siempre nos acostumbran los clérigos católimos) que exortaba a los presentes a congratularse por el mejor lugar en el que la persona fallecida ahora se encontraba, y poco menos que a envidiar su ya eterna paz y dicha, me dio por reflexionar sobre cuán poderosa es el arma del autoconvencimiento como manera de eludir la evidencia que nos rodea.

    Y se me antoja que no sólo es un miedo atroz lo que se comúnmente se disfraza de fe, sino también un egoísmo sin límites como especie, en la línea de lo que tú apuntas: ¿qué es lo que nos hace especiales para creernos diferentes, para creernos no caducos, para creer que tenemos un modo de escapar del círculo de la vida y la muerte? Para mí, la respuesta es tan simple como demoledora: nada. Una respuesta completa que nos vacía al mismo tiempo de cualquier significado ulterior, algo que nuestras mentes parecen no diseñadas para comprender o soportar en muchos casos. Así, parece que nos inventamos el concepto completamente opuesto a esa nada: el todo, el Dios, de quien nos imaginamos niña de sus ojos hasta el punto de que su mayor proeza parece ser ponernos aquí, para así justificar todo lo que no sabemos justificar. En cierto modo, resulta hasta poético :-).

    By Blogger _luara_, at 12:59 p. m.  

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