Rigel en Inglaterra

domingo, enero 04, 2009

¿Qué tiene el budismo de interesante?

Hoy Mayu me preguntó de donde procede el interés que tengo por el budismo desde hace poco más de un año. Me pareció una pregunta interesante, por lo que voy a duplicar aquí la respuesta que le di. Por supuesto es una opinión personal y no pretende ser más que eso.

Primer motivo: el origen y el fin del sufrimiento.

Desde pequeño he recibido una educación centrada en el valor de la ciencia y la tecnología. Gracias a ellas hoy en día muchos de los que vivimos en el mundo moderno tenemos una calidad de vida impensable hace sólo unos siglos. Con un movimiento de la muñeca tenemos toda el agua potable que queremos, e incluso en un rango de temperaturas. Podemos conservar los alimentos durante semanas o meses en nuestro frigorífico. En el exterior de nuestras casas puede estar nevando pero nosotros podemos llevar una camiseta en nuestra casa. La esperanza de vida se ha duplicado. Et cetera.

Todas estas facilidades significan que mientras nuestros ancestros pasaban gran parte de sus vidas realizando labores simplemente para subsistir, hoy día tenemos mucho tiempo libre en el que básicamente podemos hacer cualquier cosa.

Algunos utilizan este tiempo para ver Gran Hermano, escuchar música o pasar el tiempo con sus amigos. Me parece sensacional, y por mucho que disfruté comiendo en la facultad de Filología con mis compañeros de universidad, de vez en cuando siento que quizás haya cosas más importantes que hacer en la vida. Juzgando la cantidad de espacio que últimamente las librerías dedican a libros de auto-ayuda, deduzco que no soy el único que se pregunta qué hacer en la vida para ser verdaderamente feliz.

Uno de los fundamentos del budismo, si lo he entendido correctamente, es que el sufrimiento es universal. Es decir, todos nosotros en algún momento de nuestras vidas sufrimos. Por lo general, la gente trata de evitar el sufrimiento y busca la forma de ser feliz. Lamentablemente, pocos saben cómo lograrlo. Algunos creen que serán felices si obtienen prestigio social o dinero, y centran sus vidas en su trabajo. Otros van al gimnasio para tener cuerpos esculturales. El alcohol parece ser el destino de no pocos.

Los budistas piensan que ninguno de estos métodos te traerá bienestar y felicidad. Te darán sus alegrías de vez en cuando, pero no una satisfacción profunda y duradera.

Sea como sea, lo que el budismo propone es que el sufrimiento procede de nuestra ansia de conservar o acercarnos a lo que deseamos, o alternativamente de nuestro deseo de alejar aquello que no deseamos. Aquí creo que es necesario hacer una distinción entre dolor y sufrimiento. Si resbalas y te tuerces el tobillo, sientes dolor. El dolor es una respuesta fisiológica al daño físico. Si tras torcerte el tobillo e ir al médico para que te inmobilice la articulación te pasas la tarde pensando en el tobillo y preguntándote si se te sanará completamente o si te quedarás cojo toda tu vida, lo que sientes es sufrimiento. El sufrimiento procede aquí de tu obsesión por una futura cojera. Tanto si te muerdes las uñas lamentándote por tu tobillo como si no, el tobillo va a mejorar al mismo ritmo. Preocuparte no va a hacer que te cures, luego, ¿para qué comerte el tarro?

Al mismo tiempo que el budismo explica el origen del sufrimiento, también da un mensaje de esperanza. Si el sufrimiento es un producto de la mente (al contrario que el dolor), entonces significa que todos tenemos la oportunidad de ser libres de sufrimiento. En general, tenemos muy poco control sobre lo que sucede en nuestro entorno. Si pudiéramos controlarlo todo, no nos hubiésemos torcido el tobillo para empezar. Ahora bien, no hace falta controlar todas nuestras condiciones externas para librarnos del sufrimiento, puesto que el sufrimiento se origina en nuestra propia mente. La forma de evitarlo es tener la disposición mental adecuada, aquella en la que aceptamos nuestras condiciones presentes sin tratar de obtener más de lo que queremos y sin rechazar lo que no nos gusta. Simplemente aceptando nuestro momento presente.

En mi experiencia personal, esta observación es completamente acertada. Ojo: no lo digo basándome en mis opiniones, sino en mi experiencia. Hay largos tratados en budismo sobre cómo diferentes emociones destructivas proceden de distintas formas de apego/rechazo, y diferentes técnicas para evitarlo. No voy a hablar de ellas aquí para no extenderme.

Esta explicación del origen del sufrimiento, de naturaleza empírica y con métodos para evitarlo en contraposición con la naturaleza dogmática del pecado original en el cristianismo es el primer motivo por el que el budismo ha captado mi atención.


Segundo motivo: la fascinación por el vacío.

Una de las muchas técnicas de meditación que se practican en budismo consiste, simplificando un poco, en sentarse cómodamente con los ojos entreabiertos y limitarse a observar lo que los sentidos o la mente traigan en cada instante. Si oyes un pájaro, tomas nota mentalmente del sonido que produce y continúas meditando. Si hueles el sofrito de la vecina, tomas nota de la sensación sin ponerle la pegatina de si te gusta o no. Sin apego ni rechazo, simplemente aceptando abiertamente todo lo que suceda. Con los pensamientos mantienes la misma disciplina: a veces pasará una idea por tu mente. Tú ni la deseas ni la rechazas, no das tu opinión sobre la idea y no te dejas llevar por la corriente de pensamientos. La idea pasa por tu mente igual que un pez pasa sobre el agua, sin dejar rastro.

La mente de una persona sin entrenamiento es como una radio: habla continuamente. Pasamos de una idea a otra como cambiamos de canal en la tele. Es un torrente imparable, cargado de nuestras opiniones y nuestros prejuicios. En otras palabras, es un martirio tener que escucharse a uno mismo todo el tiempo.

Esto también sucede cuando empiezas a practicar meditación. Cuando estás meditando y te das cuenta de que la mente se te ha ido por las ramas, vuelves tu atención sobre la respiración. Simplemente apreciando el aire fresco en la punta de la nariz cuando inspiras y el aire cálido cuando expiras. Así repites cada vez que te pierdas la concentración, sin preocuparte de si lo estás haciendo bien o mal y sin sentimiento de culpa. Simplemente vuelves tu atención a la respiración una y otra vez.

Si estás atento, entre un pensamiento y otro verás hay un breve lapso de... vacío. Puede ser una fracción de segundo o quizás unos pocos segundos si tienes suerte. Hay que experimentarlo para entender de lo que hablo. ¡Pruébalo tú mism@! ¡es divertido! Este espacio es como un lienzo en blanco. No estás dormido, sino atento. Hay consciencia pero sin pensamientos. Es como estar en una habitación ruidosa donde se dan lugar varias conversaciones y salir de ella al balcón donde sólo hay silencio. La fresca sensación de liberación y de alivio es fantástica.

Como dije, sólo dura una fracción de segundo hasta que otra idea pase por tu mente y te quedes atascado en ella. Probablemente te parezca que esto de meditar es un poco estúpido si sólo consigues un par de segundos de libertad. Lo que no he dicho es que con entrenamiento, el tiempo que pasa entre pensamiento y pensamiento se alarga. Primero segundos, luego minutos, y finalmente horas. Horas de fabuloso, puro y cristalino silencio. Claro que para ello necesitas entrenar por unos años perdido en un monasterio en la India. Aunque no vayas a tales extremos, un minutito de paz interior de cada vez no suena nada mal y no requiere ese grado de sacrificio.

No hace falta creer en Buda. No hace falta creer en la iluminación, en la reencarnación o el karma. Si quieres crees y si no no, pero todos podemos beneficiarnos de la meditación. Sin dogmas y sin ataduras.

El entrenamiento de la atención como método para aumentar el bienestar está probado en estudios clínicos. Recomiendo leer las publicaciones de Jon Kabat-Zinn (una charla suya aquí) o Philippe Goldin (charla aquí).

Si queréis una introducción más accesible, el libro Happiness: A Guide to Developing Life's Most Important Skill (también disponible en español), escrito por Mattieu Ricard, un doctor el biología molecular francés que a los treinta años decidió hacerse monje budista. Tenéis una charla suya aquí.

También recomiendo cualquier cosa escrita por un monje Zen vietnamita muy respetado llamado Tich Nhat Hahn; por ejemplo, Peace Is Every Step: The Path of Mindfulness in Everyday Life, que ha sido traducido también al español.

Si valoras mi opinión tan sólo una pizca, por favor haz clic en alguno de estos enlaces y anímate a leer uno de los dos libros que recomiendo.