Rigel en Inglaterra

lunes, febrero 09, 2009

Delirios de un acatarrado

Ahora que el invierno empezaba a ceder me he cogido un catarro. Como estoy en casa sin trabajar, aprovecharé compartiré con vosotros algunas ideas que me rondan la cabeza últimamente.

Soy consciente de que, entre los habitantes de este planeta, he sido un afortunado. Nací en una buena familia dentro de un país desarrollado. Al contrario que nuestros abuelos, nunca pasé hambre ni tuve que ir a la guerra. Tengo un trabajo que me gusta y que paga nuestras facturas holgadamente.

Creo que el deber de quien más tiene es compartir. Esta idea no se origina en la espiritualidad ni en una firme convicción en la justicia social, sino en el reconocimiento de que ha sido sólo el azar quien ha hecho que tuviese una vida fácil. De haber nacido en otro tiempo o en otro lugar, hoy podría tener apenas suficiente para subsistir.

Que muchos de nosotros hayan nacido en condiciones difíciles es algo que no podemos cambiar. Sin embargo, lo que la suerte no les ha dado a nuestros hermanos y hermanas, podemos dárselo nosotros. Cuando pensamos en darnos un capricho caro, ¿por qué no nos preguntamos si ese dinero podría tener mejor destinatario? ¿A qué se debe que sigamos tan centrados en nosotros mismos cuando sabemos que muchos otros sufren? ¿Por qué valoramos nuestro bienestar muy por encima del bienestar de los demás?

La facultad de medicina de la prestigiosa Universidad de Stanford ha abierto recientemente un centro para investigar el origen y las bases de la compasión y el altruismo. Las investigaciones serán de naturaleza multidisciplinar y tratarán de responder preguntas tales como "¿Qué hace a algunas personas comportarse de forma más amable y compasiva con los demás?" y "¿Existen prácticas que sirvan para enseñar a la gente a ser más compasiva?".

Hasta el momento, la ciencia apenas ha estudiado este comportamiento humano. Stanford pretende aprovechar el conocimiento de monjes budistas y de otras tradiciones contemplativas para tomar hipótesis de trabajo sobre las cuales investigar. De hecho, el Dalai Lama ha donado 150.000 dólares para esta iniciativa.

Quisiera aclarar el término compasión, que en la filosofía budista tiene un significado algo diferente al que recoge la RAE. En vez de ser un mero sentimentalismo, se compone de cuatro elementos:
  1. Un elemento afectivo, que incluye sentimientos preocupación y empatía por la persona que sufre.
  2. Un elemento cognitivo, que incluye la comprensión del origen del sufrimiento de otra persona.
  3. Un elemento de motivación, que incluye el deseo de terminar con el sufrimiento de esa persona.
  4. Un elemento de comportamiento, que incluye el acto de reducir el sufrimiento de otra persona.
El primer punto viene a ser la definición que da la RAE. Los otros tres revelan que la compasión no se limita a un sentimiento de lástima, sino que va acompañada por una acción para evitar el sufrimiento que se ve. Creo que es una diferencia muy importante.

Por lo que he leído, son necesarias unas 10.000 horas de práctica para llegar a ser un experto en un área. Importa poco de qué se trate: tocar un instrumento, programar o meditar. Para hacerse una idea de cuánto tiempo es esto, podemos imaginarnos practicar 3 horas al día de media durante 10 años. Es decir, un huevo de tiempo.

Exceptuando tu profesión, ¿tienes la motivación suficiente para convertirte experto/a en algo más? Yo me lo estoy planteando con el objetivo de ver por mí mismo lo que cuentan los monjes budistas en los libros que he leído. El riesgo es perder cantidades absurdas de tiempo que podría haber dedicado a otras actividades más útiles tales como la papiroflexia, contar ranas o descubrir si los pepinos tienen una tercera utilidad.

Por otra parte, los beneficios que prometen son, diría yo, casi tan necesarios como tener comida en el plato cada día: desarrollar la compasión, ser más amable con los demás, ser menos egoísta. Hace quince años leí en un letrero una frase que todavía hoy me hace reflexionar: "Es agradable ser importante pero es más importante ser agradable". La breve alegría de tener un BMW o un artilugio electrónico de última generación palidece al compararla con la satisfacción profunda que obtienes al saber que has mejorado la calidad de vida de gente necesitada, aunque nunca llegues a verlos.

Pierde el miedo que te impide ayudar a los demás.

Termino la entrada con una cita del Dalai Lama:
Si deseas hacer felices a los demás, practica la compasión. Si deseas ser feliz tú mismo, practica la compasión.

domingo, febrero 01, 2009

Alubias pintas con chorizo :)~~~

La semana pasada intentamos encontrar algún restaurante español en Toronto. La búsqueda fue en vano; sólo dimos con comederos tal como estos:
  • Embrujo flamenco. Sirven platos tales como "Verengenas fritas con alioli" (sic), "Carpaccio de melón con queso [griego] feta", "Avestruz a la parrilla" y "Datiles con bacon" (sic). Muy flamenco y muy español, sí.
  • Casa Barcelona. El nombre era prometedor al no mencionar los dos grandes topicazos de los toros y el flamenco. Hago clic en el enlace... y veo mariachis. Fue un momento goatse, de esos que te causan tal impresión que se te quedan grabados en la retina a fuego y dolor. Pero eso no es todo. Este valiente reportero siguió algunos enlaces más y dio con fotos de danza del vientre. Repito para los despistados: danza del vientre. Ni me atreví a abrir el menú, que ya tuve bastante shock con aquello.
Dado que no hay ningún restaurante español que merezca ese nombre, cambiamos de estrategia. Buscamos restaurantes franceses, que aunque no sea lo mismo, la cocina francesa recuerda a la cocina vasca (o viceversa). Tampoco dimos con un sitio que nos dejase a gusto; si vamos a gastarnos $70 en una comida tendrán que servirnos algo verdaderamente atractivo.

Finalmente tuve que remangarme y hacerlo yo mismo. Fuimos al súper, compramos alubias pintas, morcilla y un embutido parecido a chorizo. Me alegra decir que la operación fue más que aceptable a pesar de que algunos ingredientes no estaban a la altura y de que hacía años que no preparaba un plato de alubias.

Nos pasaremos el resto de la tarde Mayu y yo evaluando mútuamente la intensidad de los gases que sin duda vamos a producir. Al diablo con el efecto invernadero.